El orgullo es una fiera salvaje que vive en una cueva y yerra por el desierto. La vanidad, en cambio, es un loro que salta de rama en rama y parlotea a la vista de todos.
Si vuestra obra de arte es buena y verdadera, encontrará su eco y se hará lugar, quizá dentro de seis meses o seis años después de vuestra muerte, ¿qué más da?
Cuando llegan a los cincuenta, las personas inteligentes hacen con toda seriedad lo que a sus veinticinco años los hubiera hecho morir de risa.
Lamentarse es reconocer que existe alguna cosa buena en la vida, y yo no rendiré nunca éste homenaje a la condición humana.
Los corazones de las mujeres son como esos pequeños muebles secretos, llenos de cajoncitos dentro uno de otros, que se esfuerza por abrir a costa de romperse las uñas, para no hallar sino una flor seca, unas motas de polvo o el vacío.
Guárdate de las quimeras: son las sirenas de las almas, puesto que cantan y llaman, pero, cuando vamos hacia ellas, no es posible retornar.
A medida que se asciende por la escala de los seres vivos, aumenta la facultad nerviosa, es decir, la facultad de sufrir. ¿Acaso será una misma cosa sufrir y pensar?