O se tiene demasiada inteligencia para tener corazón, o se tiene demasiado corazón para ser inteligente.
Si la cabeza y el corazón se contradijeran, el corazón acabaría diciendo: la pobre cabeza cede siempre, porque es la más prudente.
El corazón del hombre es como el horizonte: una parte del cielo; pero, como el horizonte, cambia noche y día.