Cuando se necesitan brazos, el socorro en palabras no sirve de nada.
Complace a todos y no complacerás a nadie.
La costumbre dulcifica hasta las cosas más aterradoras.
Los hombres ven los defectos ajenos y no ven los propios.
Sufrimos las desgracias con facilidad cuando las vemos compartidas por los que las causan.
Las astucias y las traiciones no provienen más que de la falta de habilidad.
La habilidad y la paciencia pueden triunfar donde la fuerza haya fracasado.
No conviene acostumbrarse a la mala conducta, porque llega un momento en que, queriendo o sin querer, el hábito se impone al hombre.
Cuando hacemos alguna cosa sin tener en cuenta las circunstancias, perdemos hasta lo que tenemos en la mano.
Aquel que no ha sido iniciado en la sabiduría, mal puede instruir a los otros amigos.
Si halagas la maldad de los hombres, los incitas a hacer todavía mayor daño.
Los niños perezosos no deben ser recriminados, ya que sus padres los educan en la pereza.
Cuando un lobo se empeña en tener razón, pobres corderos.
La insignificancia es siempre una garantía de seguridad.
Quien mucho sufre, mucho aprende.
En todos los ejércitos, la unidad de voluntad y de pensamientoes lo que asegura la victoria sobre los enemigos.
Más agudo es el aguijón del dolor cuando somos vencidos con nuestras mismas armas.