Diógenes decía, y decía bien, que el único medio de conservar la libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella.
No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.
Cuando sea llegada mi hora moriré; pero moriré como debe morir un hombre que no hace más que devolver lo que se le confió.
¿No sabes que la fuente de todas las miserias, para el hombre, no es la muerte, sino el miedo a la muerte?
Si te vienen a decir que alguno ha hablado mal de ti: no te embaraces en negar lo que ha dicho; responde solamente que no sabe todos tus otros vicios, y que de conocerlos hubiera hablado más.
Si persistes en la misma resolución y quedas en el mismo estado, serás objeto de admiración; al contrario, si mudas de resolución, lo que has hecho sólo será causa de burlas y escarnio.
Reflexiona mucho antes de decir o hacer algo, porque no podréis remediarlo después de dicho o hecho.
Aquel que se acomoda a lo que fatalmente sucede, es sabio y apto para el conocimiento de las cosas divinas.
No pretendas jamás hacer reír; porque además de ser el verdadero medio de caer en el mundo de obrar del vulgo, te disminuye el respeto y la estimación que se te debe.
Un hombre de buen sentido es aquel que no se lamenta de lo que no tiene y se alegra de lo que posee.
No es negada la belleza como se sustrae el hombre a sus encantos; el mérito está en resistir reconociéndola.