No hay contrariedad tan grande en la vida humana que no pueda ser vencida por la reflexión, cuando se inspira en la fe.
Si las cosas se hicieran como el primer instante quisiéramos hacerlas, pronto nos aterraría el decir tanto como el lanzarnos al fuego.
La reflexión no es sino el aparato registrador de las impresiones, las emociones o ideas que cruzan por el espíritu.
La reflexión es una enfermedad que padecen algunos individuos y que si se propagara, acabaría con la especie humana.