El orgullo de los mediocres consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes hombres es de no hablar nunca de ellos.
El orgullo engendra la necesidad, la necesidad crea los pícaros, los pícaros acaban en la horca, y quien gana es el diablo.
Pocos son los actos de poca virtud que los hombres realizan; la vanidad y el orgullo muchas veces no nos hacen ganar el favor del prójimo.
Hay en el orgullo una paradoja: hace ridículos a algunos hombres, pero impide que otros lleguen a serlo.
El orgullo es una especie de placer producido por el hombre que piensa demasiado bien acerca de sí mismo.
El orgullo del corazón es el atributo de las personas honradas; el orgullo de las maneras es el atributo de los necios.
Por los grandes perjuicios que ocasionan a las personas orgullosas, las palabras les enseñan, aunque demasiado tarde, a ser sabias.
El orgullo que come vanidad, cena desprecio. Si el orgullo desayuna con la abundancia, come con la pobreza y cena con la vergüenza.
El orgullo contrapesa todas las miserias. O bien las oculta o, si las descubre, se glorifica a sí mismo por haberlas conocido.
La presunción es nuestra enfermedad natural y original. La más desgraciada y frágil de todas las criaturas es el hombre, a la vez que la más orgullosa.