El único equilibrio del matrimonio es que proporciona iguales decepciones tanto al marido como a la mujer.
Son las cualidades, y no la belleza de una mujer, lo que hace felices los matrimonios. La mujer que nos quiere sabe hacerse hermosa.
El amor pone siete velos ante nuestros ojos, pero el matrimonio es una especie de danza de los siete velos, antes de terminar la luna de miel, que es la danza, nos queda un velo.
En los matrimonios apellidados de conveniencia, la primera desgracia de los esposos suele ser precisamente el no convenirse.
En un marido no hay más que un hombre; en una mujer casada hay un hombre, un padre, una madre y una mujer.
Ciertos matrimonios creados únicamente por la belleza se vician al desvanecerse la ilusión. Es precioso buscar las cualidades personales y, principalmente, las morales.