¿Cuándo la pasión por los juegos de azar llegó a tal desenfreno? Ya no basta la bolsa, se lleva el arca.
El juego ha llevado a la ruina y al suicidio a la dama elegante y al astuto caballero, al hombre de trabajo y al tahúr bohemio.
¿Habrá algo más terrible que el juego? No; el juego da, toma; sus razones no son nuestras razones. Es mudo, ciego, sordo. Lo puede todo: es un dios.
Porque al tahúr no le dura / mucho tiempo la alegría / y el que de naipes se fía / tiene al quitar la ventura.