La ingratitud es hermana de la traición.
La ingratitud es la moneda con la que paga el demonio.
El juego ha llevado a la ruina y al suicidio a la dama elegante y al astuto caballero, al hombre de trabajo y al tahúr bohemio.
Hay que combinar solamente la meditación con la oración.
Cuando la mente está quieta, cuando la mente está en silencio, adviene lo nuevo.
El sabio sabe perdonar y escucha con resignación al rencoroso haciéndolo partícipe de su magnanimidad.