El juego es altamente moral. Sirve para arruinar a los idiotas.
En el juego de los niños se esconde con frecuencia un sentimiento profundo.
¿Cuándo la pasión por los juegos de azar llegó a tal desenfreno? Ya no basta la bolsa, se lleva el arca.
La suerte baraja las cartas y nosotros jugamos.
El juego ha llevado a la ruina y al suicidio a la dama elegante y al astuto caballero, al hombre de trabajo y al tahúr bohemio.
El amor es un juego en el que casi siempre se hacen trampas.
El hombre es un animal que juega.