...a mí no me cuesta trabajo levantar un poco el corazón para que pasen por debajo de él las injurias, sin rozarle siquiera.
Los hombres se avergüenzan no de las injurias que hacen, sino de las que reciben. Así que, para conseguir que los injuriados se avergüencen, no queda otro recurso que devolverles la injuria.