Uno busca un partero para sus pensamientos; otro a alguien a quien pueda ayudar a parirlos. Así nace un diálogo fructuoso.
El papel más honroso en una conversación corresponde al que da la ocasión a ella, y luego al que la dirige y hace que se pase de un asunto a otro, pues así uno dirige la danza.
El talento de la conversación no consiste en hacer ostentación del propio, sino en hacer brillar el de los demás.
Una conversación ingeniosa con un hombre es un acorde, con una mujer es una armonía, un concierto. De una sales satisfecho, de la otra, encantado.