El que seduce a un juez con el prestigio de su elocuencia me parece más culpable que el que lo corrompe con dinero.
Como un campo aunque sea fértil no puede dar frutos si no se cultiva, así le sucede a nuestro espíritu sin el estudio.
La filosofía sólo admite un corto número de escritores veraces, y rehúsa como sospechosos los juicios de la multitud, a la que es preciso que disguste.
No consiste la felicidad en la alegría, ni en la lascivia, ni en la risa, ni en la burla, compañera de la ligereza, sino que reside muchas veces en la triste firmeza y constancia.