La experiencia es una cosa muy útil que no sirve para nada.
Pensar no basta: hay que pensar en algo.
El hombre verdaderamente libre es el que puede rechazar una invitación a comer sin excusarse.
El sabio generaliza; el artista individualiza.
Comer bien, dormir bien, ir donde se desea, permanecer donde interese, no quejarse nunca y, sobre todo, huir como de la peste de los principales monumentos de la ciudad.
Los autores no solamente se limitan a aceptar los elogios, sino que todavía exigen que no se diga más que la verdad. ¿Cómo salir del paso?
El crítico sólo debe decir la verdad. Pero también tiene que conocerla.