Procurando instruir a los hombres es como puede practicarse la virtud general que comprende el amor a todos.
Me gustaría suprimir las pompas fúnebres. Hay que llorar cuando los hombres nacen y no cuando mueren.
El hombre religioso y el ateo hablan continuamente de religión: el uno habla de lo que ama y el otro de lo que teme.
En los Estados despóticos, la tranquilidad no es la paz; recuerda el silencio de esas ciudades que el enemigo acaba de ocupar.