No se puede ofrecer otra cosa que el yo, y todo lo que se llama ofrenda no es otra cosa que el rótulo puesto sobre un desquite del yo.
No, yo no soy complicado. Soy sencillamente una mezcla de un montón de gentes diferentes unas de otras.
La causa principal de descontento es el egoísmo; hace del yo un eje sobre el cual pretende hacer girar todo el mundo.
El yo engendra egoísmo. No hay ningún mal que no proceda del yo. No hay ninguna injusticia que no sea un producto de la afirmación del yo.
El yo es el principio del odio, de la iniquidad, de la calumnia, de la impudicia, de la indecencia, del robo y de la estafa, de la opresión y de la efusión de sangre.
Allí donde está el yo no existe la verdad, y allí donde está la verdad no está el yo. El yo es el individualismo que aísla y el egoísmo generador de la envidia y el odio. El yo es el insensato arder por el placer, el que corre loco a los triunfos de la verdad.
Los hombres se aman tanto a sí mismos que, si les conviene, mezclan cualquier cosa relativa a su miserable yo con la religión.