Los hombres se aman tanto a sí mismos que, si les conviene, mezclan cualquier cosa relativa a su miserable yo con la religión.
Yo no evoluciono: soy.
No se puede ofrecer otra cosa que el yo, y todo lo que se llama ofrenda no es otra cosa que el rótulo puesto sobre un desquite del yo.
Yo soy mi prójimo.
Yo es una palabra bien pequeña para contener nuestro enorme egoísmo.
No, yo no soy complicado. Soy sencillamente una mezcla de un montón de gentes diferentes unas de otras.
Soy sólo una parte de todo aquello que he encontrado en mi camino.