La primera mitad de la vida nos la estropean nuestros padres; la segunda, nuestros hijos.
Todos los hombres quieren la muerte de su padre.
El niño reconoce a su madre por la sonrisa.
El valor del matrimonio no reside en que los adultos hagan niños, sino en que los niños hagan adultos.
No hay niños ilegítimos, sólo padres ilegítimos.
Hay un solo niño bello en el mundo, y cada madre lo tiene.
Si alguien quiere saber cómo educar bien y perfectamente a los niños, debe preguntárselo a los que no los tienen.
Los hijos no comienzan a querer a sus padres hasta pasados los treinta años.
Solamente podemos aspirar a dejar dos legados duraderos a nuestros hijos: uno, raíces, y el otro, alas.
Todos los consejos que los padres dan a la juventud tienen por finalidad impedir que sean jóvenes.
El porvenir de un hijo es siempre obra de su madre.
Un hijo es una pregunta / que le hacemos al destino.
Economizad las lágrimas de vuestros hijos, para que puedan regar con ellas vuestra tumba.
Podrían engendrarse hijos educados, si lo estuvieran sus padres.