Los hijos no comienzan a querer a sus padres hasta pasados los treinta años.
La primera mitad de la vida nos la estropean nuestros padres; la segunda, nuestros hijos.
Todos los hombres quieren la muerte de su padre.
El niño reconoce a su madre por la sonrisa.
El valor del matrimonio no reside en que los adultos hagan niños, sino en que los niños hagan adultos.
No hay niños ilegítimos, sólo padres ilegítimos.
Hay un solo niño bello en el mundo, y cada madre lo tiene.