Y es que en el mundo traidor / no hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira.
Te pintaré un cantar / la rueda de la existencia: / pecar, hacer penitencia / y luego volver a empezar.
Sin el amor que encanta, / la soledad de un ermitaño espanta. / ¡Pero es más espantosa todavía / la soledad de dos en compañía!
Pasan veinte años: vuelve él, y al verse exclaman él y ella: ¡Santo Dios! ¿Y éste es aquél? ¡Dios mío! ¿Y ésta es aquélla?