Generalmente, la felicidad tiene un oído duro.
La fortuna enloquece al que quiere perder.
La peor de las tiranías es la del hábito.
Los hábitos del hombre forjan su propia fortuna.
Nadie sabe de lo que es capaz, hasta que lo intenta.
La absolución del culpable es la condena del juez.
Pronto se arrepiente el que juzga apresuradamente.
Las mujeres aprendieron a llorar para mentir.
El temor a la muerte es peor que la muerte misma.
El hombre muere tantas veces como pierde a cada uno de los suyos.
La mujer o ama u odia, no conoce término medio.
No eres todavía dichoso, si aún no se burla de ti la multitud.
La paciencia de los espíritus encierra en sí tesoros ocultos.
El peligro llega más pronto mientras más se le desprecia.
En la guerra, una rápida victoria es el resultado de una lenta preparación.
Es una prueba de bondad negar desde luego lo que no ha de otorgarse.
Una buena reputación es más segura que el dinero.
No dar a quien siempre has dado, es ordenar que te robe.
Provocar el rubor en un amigo es perderlo.
Un compañero alegre sirve en un viaje casi de vehículo.