Las mujeres aprendieron a llorar para mentir.
Más puede una lagrimilla mujeril, que toda la sangre que derramó el valor.
Las joyas más preciadas que existen bajo el sol son las lágrimas de un hombre sin tacha y sin miedo.
Cuando los hermosos ojos femeninos están velados por las lágrimas es el hombre el que deja de ver claro.
No creo ya en las lágrimas porque te he visto llorar.
¡Oh, lágrimas hermosas, gloria del alma mía y mi cuidado, que de mi pena fuisteis piadosas!
Una lágrima fue concedida a la alegría y otra lágrima a la desventura: la primera refresca y la otra arde como lava.