Una buena reputación es más segura que el dinero.
Los bienes del hombre no están en sus arcas, sino en el uso que de ellos se hace.
Démosle a la reputación su lugar debido; que no pretenda guiarnos, antes bien que nos siga.
Cuida tu reputación, no por vanidad, sino para no dañar tu obra y por amor a la verdad.
No basta con que la mujer del César sea honrada, debe también parecerlo.
La buena o mala reputación depende principalmente del éxito.
El modo de adquirir una buena reputación es esforzarse en ser lo que se desea parecer.