Largamente podemos acusar, pero no podemos cambiar el destino, ni con denuestos, lágrimas ni razones; así, es mejor abstenerse de lamentos inútiles.
Nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre el mejorarlos.
El sabio no se sienta para lamentaciones, sino que se pone alegremente a trabajar para reparar el daño.