Las lamentaciones no sirven para nada; entregarse a ellas es perder el tiempo presente por un pasado que ya no nos pertenece.
Largamente podemos acusar, pero no podemos cambiar el destino, ni con denuestos, lágrimas ni razones; así, es mejor abstenerse de lamentos inútiles.
Nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre el mejorarlos.