El perdón de las ofensas corresponde al ofendido, pero el que hace el mal no perdona nunca.
Conociendo o no conociendo, no ofendáis a nadie, porque corréis peligro o de provocar al poderoso o de maltratar al débil.
Las palabras ofenden más que las acciones; el tono, más que las palabras, y el aire más que el tono.