Las palabras ofenden más que las acciones; el tono, más que las palabras, y el aire más que el tono.
Es a menudo más conveniente disimular una ofensa que vengarla.
Conociendo o no conociendo, no ofendáis a nadie, porque corréis peligro o de provocar al poderoso o de maltratar al débil.
Nada se olvida más despacio, que una ofensa; y nada más rápido, que un favor.
Las viejas ofensas no se borran con beneficios nuevos, tanto menos cuanto el beneficio es inferior a la injuria.
El perdón de las ofensas corresponde al ofendido, pero el que hace el mal no perdona nunca.
A veces se medita la ofensa antes de cometerse, a veces no; pero siempre se medita después de cometida.