Los hombres de gran carácter confiesan sus faltas a sí mismos y ellos mismos las castigan.
Los mejores hombres son aquellos cuyas faltas los han formado.
Tened calma al discutir, pues la violencia convierte el error en falta y la verdad en descortesía.
Si vemos dentro de nosotros mismos, nos persuadiremos de que las faltas que nunca fueron castigadas son las que más nos dañan.
Los soberanos deben perdonar las faltas, pero jamás olvidarlas.
Respecto de las faltas propias o ajenas, prevenirlas, repararlas y olvidarlas.
Las faltas de los hombres son siempre relativas al estado de cada uno.