Hay que querer hasta el extremo alcanzar el fin; todo lo demás son insignificancias.
El hierro sufre en lo hondo de la fragua encendida, pero hasta hoy, nadie ha visto las lágrimas del hierro.
Dos piedras preciosas, una falsa y otra auténtica, son difíciles de distinguir tan fácil como la obstinación y la firmeza.
No llegan los que más corren, sino los que saben a dónde van; más que ligereza de piernas, es menester cabeza firme.
Al hombre justo y tenaz en sus propósitos ni el furor de ciudadanos poderosos ni el rostro fiero de un tirano amenazador, logrará hacer que altere su firme pensamiento.