Si la gente llevase al mercado sus desgracias, cada quien tomaría de nuevo las mismas de buen grado.
No llegan los que más corren, sino los que saben a dónde van; más que ligereza de piernas, es menester cabeza firme.
Si el hombre orgulloso supiese lo ridículo que aparece ante quien le conoce, por orgulloso sería humilde.