Se firme como una torre, cuya cúspide no se doblega jamás al embate de los tiempos.
El hierro sufre en lo hondo de la fragua encendida, pero hasta hoy, nadie ha visto las lágrimas del hierro.
Dos piedras preciosas, una falsa y otra auténtica, son difíciles de distinguir tan fácil como la obstinación y la firmeza.
No llegan los que más corren, sino los que saben a dónde van; más que ligereza de piernas, es menester cabeza firme.