Yo, que siempre me afano y me desvelo por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el cielo.
Es el poeta en su misión de hierro sobre el sucio pantano de la vida, blanca flor que del tallo desprendida, arrastra por el suelo el huracán.
El poeta pasea triunfalmente sus ideas en el carro del ritmo, ordinariamente porque no son capaces de marchar por su pie.
Los grandes poetas no necesitan un lector indulgente: agradan a cualquiera por difícil que sea de complacer.