Consulta el ojo de tu enemigo, porque es el primero que ve tus defectos.
De todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo.
El hombre prudente no trata de vengarse de sus enemigos; deja este cometido a la vida.
Los peores enemigos son aquellos de los que el hombre no piensa defenderse.
No te crees nunca enemigos, pero sobre todo no te crees enemigos tímidos.
Si estás libre de enemigos porque a nadie hiciste injuria, no faltarán otros que lo sean por envidia.
Recibe instrucciones de tus enemigos.
¿Tienes un enemigo? Eso quiere decir que no tienes ante ti un hombre del que debes hacer o tu amigo o tu esclavo.
Si se ha de ser una presa, al fin y al cabo, mejor serlo del león que del lobo.
Mira bien quién es tu amigo, porque si por tal le tienes y él no lo es, puede ser tu enemigo mayor.
¡Dios nos libre de enemistades de amigos!
Muy pronto se vence al enemigo de fuera cuando el hombre interior está entero.
Los hombres van y vienen, pero los enemigos se acumulan.
Los espartanos no preguntaban cuántos eran los enemigos, sino dónde estaban.
El verdadero enemigo te transmite un valor sin límites.
El hombre cuerdo y prudente sabe sacar provecho de sus mismos enemigos.
Jamás atribuyas a un rival actos más ruines que los tuyos.
Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos; porque uno termina pareciéndose a ellos.
Las enemistades silenciosas y ocultas son más terribles que las abiertas y declaradas.
El hombre sabio aprende más de sus enemigos que el necio de sus amigos.