En la declaración de los derechos del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradecirse.
La comunidad del interlocutor nos deja indiferentes; la contradicción nos hace productivos y eficaces.
El cristianismo, con su doctrina de humildad, de perdón y de amor es incompatible con el Estado, con su altanería, su violencia, sus castigos, sus guerras.