El cristianismo, con su doctrina de humildad, de perdón y de amor es incompatible con el Estado, con su altanería, su violencia, sus castigos, sus guerras.
En la declaración de los derechos del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradecirse.
Sólo los imbéciles no se contradicen nunca.
La comunidad del interlocutor nos deja indiferentes; la contradicción nos hace productivos y eficaces.
La señal de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas presentes en el espíritu al mismo tiempo y, a pesar de ello, no deja de funcionar.
¡Bah! Mejor es contradecirse que petrificarse.
La contradicción es la raíz de todo movimiento y de toda manifestación vital.