Hasta los dioses envidian a aquellos que son despiertos: no son olvidadizos, se dan a la meditación, son sabios, y se deleitan en el sosiego del alejamiento del mundo.
El encanto de la filosofía estriba más que en el éxito problemático de la afirmación, en el esfuerzo desplegado al meditar.
El hombre no se da cuenta de cuanto puede hacer, más que cuando realiza intentos, medita y desea.
No es grande hombre quien sabe mucho, sino quien ha meditado mucho.
La meditación persistente sugiere siempre argumento contra las decisiones; profunda reflexión acaba a menudo en inercia.
Hay que combinar solamente la meditación con la oración.
La meditación fortifica a los fuertes y debilita a los débiles.