Para estar tranquilos es preciso desear poco y esperar menos.
La verdadera tranquilidad del espíritu consiste en no desear sino lo que dependa de nosotros; no han de causarnos celos las grandezas ni despertarnos envidias.
El que quiera cosechar en la vida felicidad y tranquilidad no tiene más que desviarse de los caminos que conducen a la cultura superior.