La fortuna no puede recompensarnos mejor que permitiéndonos morir tranquilos.
La verdadera tranquilidad del espíritu consiste en no desear sino lo que dependa de nosotros; no han de causarnos celos las grandezas ni despertarnos envidias.
El que quiera cosechar en la vida felicidad y tranquilidad no tiene más que desviarse de los caminos que conducen a la cultura superior.