La templanza y el trabajo son los dos verdaderos médicos del hombre: el trabajo aguza su apetito, y la templanza le prohíbe abusar de él.
La templanza y el trabajo constituyen las dos verdaderas medicinas del hombre: el trabajo aguza el apetito y la templanza impide abusar de él.
El trabajo constituye un deber indispensable para el hombre social. Rico o pobre, poderoso o débil, todo ciudadano ocioso es un pillo.