Por el solo hecho de formar parte de una multitud, desciende pues el hombre varios escalones en la escala de la civilización.
Es una ilusión creer que los hombres de Estado pondrán en sus actos la energía manifestada en sus discursos.
El orador que desee conmover a una muchedumbre debe emplear afirmaciones violentas, expresadas en términos abusivos. Su método consiste en exagerar, repetir, eludir toda tentativa por presentar pruebas razonables.
El hombre que pretende obrar guiado exclusivamente por la razón está condenada a obrar muy raramente.
Todos los dogmas, los políticos sobre todo, se imponen generalmente por las esperanzas que hacen nacer y no por los razonamientos que invocan.
Desde el punto de vista sentimental, hombres de una inteligencia superior tienen, a veces, una mentalidad muy próxima a la del salvaje.