El orgullo de los mediocres consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes hombres es no hablar nunca de ellos.
Una de las mayores pruebas de mediocridad es no acertar a reconocer la superioridad de otros.
Una gravedad continua no es más que la máscara de la mediocridad.
Una mediana vida yo poseo, un estilo común y moderado, que no lo note nadie que lo vea.
Los espíritus mediocres condenan, por lo general, todo lo que rebasa su pequeña estatura.
Mediocre y rastrero, se llega a todo.
Es un gran signo de mediocridad alabar siempre moderadamente.