Entre un pensador y un erudito hay la misma diferencia que entre un libro y un índice.
No deja de ser humillante para una persona de ingenio saber que no hay tonto que no le pueda enseñar algo.
Entre un hombre culto y un erudito hay la misma diferencia que entre un libro y un índice de materias.
No deja de ser humillante para el hombre de más ingenio y cultura el pensar que no hay tonto que no pueda enseñarle alguna cosa.
Una de las mayores pruebas de mediocridad es no acertar a reconocer la superioridad de otros.
El vicio no es más que el sacrificio del porvenir al presente.