El hombre ha nacido para vivir entre las convulsiones de la inquietud o en la letargia del aburrimiento.
No existe bien sin mal, ni placer sin inquietudes.
La inquietud es la mayor calamidad que puede alcanzar el alma, salvo el pecado.
Una cosa hace sobre todo sugestivo el pensamiento humano: la inquietud.
La inquietud no es un accidente que a unos ocurra y a otros no. Está en la misma esencia de nuestro ser.
Tantas idas y venidas, / tantas vueltas y revueltas, / quiero, amiga, que me diga: / ¿Son de alguna utilidad?
El más inquieto vagabundo acaba por añorar su patria, y encuentra en su choza, junto al pecho de su esposa, rodeado por sus hijos y en sus trabajos para procurarse el talento, la felicidad que en vano buscó por el vasto mundo.