No perdones a tus hijos, servidores y amigos la primera falta grave si no quieres ser víctima de la última.
Los mejores hombres son aquellos cuyas faltas los han formado.
Tened calma al discutir, pues la violencia convierte el error en falta y la verdad en descortesía.
Si vemos dentro de nosotros mismos, nos persuadiremos de que las faltas que nunca fueron castigadas son las que más nos dañan.
Los soberanos deben perdonar las faltas, pero jamás olvidarlas.
Los hombres de gran carácter confiesan sus faltas a sí mismos y ellos mismos las castigan.
Respecto de las faltas propias o ajenas, prevenirlas, repararlas y olvidarlas.