Hay tres clases de ingratos: los que olvidan el favor, los que lo hacen pagar y los que se vengan.
El ingrato es peor cuando se disculpa.
Un solo hombre ingrato perjudica a todos los que sufren.
Apresurarse demasiado a corresponder un favor constituye una especie de ingratitud.
La ingratitud es la amnesia del corazón.
Quien usa beneficios con un ingrato, lo que siembra en finezas recoge en agravios.
La ingratitud proviene, tal vez, de la imposibilidad de pagar.