¡Hay un deber tan sólo, y es el perdón!
Dios ama a los que dominan su cólera, a los indulgentes y a los que practican la caridad.
El hombre tiene mil tentaciones para pecar; la mujer, una solamente; si no puede resistirla, no tiene ningún derecho a nuestra indulgencia.
Más vale ser indulgente que justo.
Hay, sin embargo, un límite en el que la indulgencia deja de ser una virtud.
Comprenderlo todo hace ser muy indulgente.
La indulgencia es una parte de la justicia.