Hay, sin embargo, un límite en el que la indulgencia deja de ser una virtud.
Dios ama a los que dominan su cólera, a los indulgentes y a los que practican la caridad.
El hombre tiene mil tentaciones para pecar; la mujer, una solamente; si no puede resistirla, no tiene ningún derecho a nuestra indulgencia.
Más vale ser indulgente que justo.
Comprenderlo todo hace ser muy indulgente.
La indulgencia es una parte de la justicia.
Las mujeres amantes, castas esposas y madres sin reproche, conservan en el fondo del corazón tesoros de indulgencia.