Recogéis un perro que anda muerto de hambre, lo engordaréis y no os morderá. Ésa es la diferencia más notable que hay entre un perro y un hombre.
El ingrato es peor cuando se disculpa.
Hay tres clases de ingratos: los que olvidan el favor, los que lo hacen pagar y los que se vengan.
Un solo hombre ingrato perjudica a todos los que sufren.
Apresurarse demasiado a corresponder un favor constituye una especie de ingratitud.
La ingratitud es la amnesia del corazón.
Quien usa beneficios con un ingrato, lo que siembra en finezas recoge en agravios.