De la misma manera que la fuera del espíritu supera a la del cuerpo, los sufrimientos espirituales son más intensos que los corporales.
Nuestra verdadera alegría emana del sufrimiento, como el bálsamo de la herida abierta en el árbol generoso.
La inquietud y el sufrimiento son nuestras penas mayores; las grandes verdades no se descubren sin pena y trabajo.