Existe entre el dolor y la inteligencia una relación tan íntima, que los seres más inteligentes son los más aptos para el sufrimiento.
Un hombre inteligente, caminando a pie, llega más pronto que un tonto que va en coche.
Cuanto más amplia es una inteligencia, tanto más sufre con su limitación.
Hoy, el ser humano no es más inteligente que en la época de Sócrates, pero sabe más.
Dios brinda a cada inteligencia, la opción entre la verdad y el reposo.
La breve duración de la vida crea una cierta igualdad entre los hombres; no permite a los inteligentes que tomen una gran ventaja sobre los demás.
La superioridad de la inteligencia conduce a la insociabilidad.